De un lado puedo observar toda
tu silueta, en abismo, mi ojo impertérrito
se atreve a andar suavemente mientras yo
veo el cuadro del pintor de tu sonrisa, invitante
de recuerdos, no lo olvides, musa de mis días,
hablan las formas recreadas,
hablan los cuerpos transformados…

De otro lado no puedo ver nada
del cuerpo apagado, hacia el cielo la ceguera,
queda, humillada del placer pensado,
y ese cuadro nunca acarició la mano del artista,
porque no hubo mujer ni ninguna hora ni minuto.

Nos callamos, y solamente se desdibuja el garabato,
que no vocifera ni canta ni nada.