Te escribo y sé que escribo
para que no me leas.
Mis palabras no son tinta,
son sueños anhelantes
nacidos de un yo íntimo
que se abre, que se expande
y tú lejano y distante
es difícil que a entender alcances,
fruto de un corazón roto
que grita en el silencio
en un intento vano, estéril
de que víctimas del desdén
en el olvido acaben.