Dicen que soy una molécula
opuesta a físicas comunes,
una clepsidra traficante
de horas impuras… Mi insistencia
en dibujar nuevos dragones
en las almohadas de los niños
— o en las retinas de los hombres —
y en devolver a la serpiente
su verdadera humanidad,
me determina y me condena.
No existe el verbo que me salve:
Hablan las formas recreadas,
hablan los cuerpos transformados…