Añoro tu presencia eterna
mientras rozo con mis dedos
el relieve de tus letras.
Te escribo y sé que escribo
para que no me leas,
pero te ocultas bajo las letras,
como sombras poco halagüeñas.
No me leas,
mas escucha la voz de la conciencia.
Y aunque ya no tengo queja,
la duda siempre me acecha
cual culebra que se enreda en su propia madriguera.
No me veas,
mi rostro ya no es el que era.
Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.