El tiempo, monarca que las riendas lleva,
al galope sereno del reloj que avanza,
absorbe y socava los grandes sueños.
Su constancia meticulosa separa
los lazos que se abrazaban en la madrugada,
a los besos eternos prometidos en vano.
Hablan las formas recreadas,
hablan los cuerpos transformados,
la poesía sobrevive, cobija y daga,
fue ceniza antes del fuego.
Todo está escrito, la entropía es irrefutable,
solo queda el hecho a suceder,
con mayor o menor incertidumbre.