Porque bailan los chopos, sus alondras y sus hojas
y alguien desgaja ramas tiernas a modo de astiles
con destellos de esplendor en sus extremos.
Porque nos preguntamos que resta de la defensa
del agua de los sueños y sus corrientes transparentes,
de los vértices polvorientos de la infancia y sus veranos,
de las caracolas estriadas que escondían nuestras voces,
en algún tiempo frágiles como uva de la parra.
Porque partimos a ganar la guerra de los milagros,
fuesen estos los que fuesen, panes, peces o resurrecciones,
olivas, amor o moras rezumantes de sangre perfumada,
exijo ahora el silencio,
allí donde hablan las formas recreadas,
allí donde hablan los cuerpos transformados.