Comienza el rasguear y corta el aire
el sonido profundo de la veraz guitarra.
Se preparan conscientes las entrañas para emitir sonidos
que atraviesen con su sentir el alma.
Clava el cuerpo a la tierra, trepan hacia los cielos esos brazos
que retuercen sus dedos para contar historias.
Martilleando el suelo los pies al compás del quejío,
juntos sonido, cuerpo y voz buscan la gloria.
Hablan las formas recreadas,
hablan los cuerpos transformados en dolor, miedo, luz, quizá alegría.
Es el flamenco, que ayer y hoy, aquí y allá nos atraviesa.
Cuenta y canta su historia entre palmas y son de algarabía.
Un alma libre, que en la jaula de un cuerpo vive presa.