Los libros se amontonan olvidados
mientras nos entregamos
a la lectura de los cuerpos.
A través del cristal
hablan las formas recreadas,
hablan los cuerpos transformados,
en el infinito juego
del espejo que bifurca
las líneas de la piel, la trama
encendida en la noche,
confusa
entre los torcidos trazos
del laberinto recreado.