Los pinceles quiebran la luz
en telas con pulpa de madre.

Siento una puñalada verde.

De rodillas, en el camino
el óxido llora por mi
salpicaduras escarlatas,
paletas de humo inaccesible.

Crece un sol de carne jugosa.

Apura el paso un batir lila
y se deshace en una flor.

Hablan las formas recreadas,
hablan los cuerpos transformados
con lengua de fuente azulina.

Hay piel si hay ojos que acarician.