Tú y yo sobre la tierra, pisando la dudosa luz del día
sobre el retablo del ángel, el hombre y la pastora.
Tú y yo sobre la tierra: yo hablando solo en víspera hacia ti.
Tú, a la hora undécima, con tu facultad de volver;
con tu reloj de arena, de sol y de sangre,
preferiste la muerte a la deshonra.
Esta es mi súplica por la paz del mundo y otros «collages»,
esta es la carta a la madre y el juego de los doce espejos.
Y mientras las circunstancias de la muerte son cristales fingidos,
hablan las formas recreadas,
hablan los cuerpos transformados
allí, donde el mundo no cesa de referir su historia.
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